jueves, 28 de agosto de 2008

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-¿Quieres, ya que no esta ella, que te ayude? - dijo mientras con un suave movimiento de caderas acariciaba mi pene contra su vientre.

No pude más y cogiéndola por los hombros la acerqué a mí. La apreté contra mi cuerpo. En ese momento sentí sus pezones duros y grandes bajo la fina tela del camisón clavarse sobre mi pecho desnudo. Ella acercó su boca a la mía mientras me rodeaba por la cintura y se aferraba a mí. Busqué sus labios entreabiertos y los pose sobre ellos. Sus labios húmedos acogieron los míos con excitación. Movía sus caderas suavemente y mi pene acariciaba su vientre. Mi lengua recorría sus labios esperando encontrar la suya. Los abría poco a poco Con suavidad rozábamos los unos con los otros.

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Mi pene saltó dentro del pantalón sin remedio. El bulto que marcaba no se podía disimular. Se acercó, con su mano agarrándome la mía sobre su pecho, hasta pegar su cuerpo al mío.

-Yo creo que siguen estando muy duros. -También tú sigues estando muy duro - dijo ella. Y pegó su cuerpo al mío. Sentí su vientre aprisionar mi pene entre los dos. -¿Con mi hermana en la playa que vas a hacer para quitar esta hinchazón? - me preguntó…

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-Di algo no me sentara mal que lo digas. - Los tienes estupendos. Tienes unos pechos de admirar. -¡Que exagerado! Lo fueron pero se han quedado algo blanditos con los hijos y la edad.

Y poniéndose frente a mi cerca enfrente de mi de espaldas al espejo me cogió la mano y se la llevo hasta su pecho. Al hacerlo un tirante del camisón cayo sobre el brazo dejando ver más el pecho.

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Yo estaba bastante apurado y algo cortado mi pene no dejaba de moverse excitado y la situación era bastante embarazosa.

-¿No crees que tengo los pechos ya algo caídos?- me dijo poniéndose de frente a mí y sujetándoselos un poco. Casi me da un infarto. Tiene unos pechos fantásticos grandes y duros y como un resorte mi pene se endureció por segundos. No me salía ni la voz.

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-¿Ah no? ¿Eso te parece? -Claro eres muy atractiva. Una mujer madura pero muy atractiva. -Gracias cuñado muy amable. -Es cierto así es. Así me lo pareces. -Igual te lo parezco porque has venido un poco excitado no? Dijo con una mirada hacia mi pantalón. -¿Por? -Porque he visto que estabas un poquito...Te costaba orinar de cómo estabas... ¿no?

-No lo estaba lo que pasa es que al verte así. -¿Así como?-Pues con ese camisón tan sugerente. -¿Ah sí? -Si con ese camisón y así estas muy sexy. -Pues en Carlos no produce el mismo efecto te lo aseguro. Te gusta entonces la cuñada no? - y se rió… -Claro Ya te lo he dicho. -Tampoco tú estás mal eh?. Con ese pantaloncito de deporte estas muy atractivo. Y lo que he visto mi hermana no lo debe pasar mal - y se volvió a reír…

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Un poco cortado de espaldas a ella me puse a orinar. Me di cuenta que por el espejo me veía como yo le veía a ella. La verdad se me había levantado al mirarla y me costaba orinar. Seguí mirando de reojo mientras poco a poco orinaba. Vi que ella hacía lo mismo y que de reojo también me observaba a mí.

- Igual se pone celosa tu mujer si ve que estamos metidos aquí en el baño los dos… - O tu marido – contesté. - Ese ya no se pone celoso por nada ya se ha olvidado de mí.- ¿Como dices eso mujer?- pregunté mientras trataba de acomodarlo dentro del pantalón cosa que dado su estado no era fácil… -¿Por? - preguntó mirándome como me vestía. -No porque de una mujer así no se olvida nadie…

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Entré precipitadamente y allí estaba mi cuñada peinándose. Con su camisón verde manzana de raso corto hasta medio muslo y escotado que en el espejo se veían, se adivinaban más bien los hermosos pechos que tenía.

-Perdona balbuceé no sabía que estaba ocupado. -Tranquilo entra estaba terminando. -Es que me estaba orinando. -Tranquilo puedes hacer no me importa. No miraré- y se rió.

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La historia me ocurrió el verano pasado. Estábamos de vacaciones en el piso de la playa y vinieron a pasar unos días la hermana mayor de mi mujer que tiene unos 46 años, cinco más que Marta, y su marido que viven en una ciudad del interior.

Una mañana que Marta había salido a hacer unas compras y mi cuñado a pescar estaba en la terraza leyendo el periódico cuando sentí ganas de orinar. No podía aguantar más me estaba orinando y fui rápidamente al baño.

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Se abrió de piernas y pude observar su raja abierta todavía goteando de mi última corrida. Me abrazó y con una mano dirigió mi polla hacia su coño y lo puso en la entrada. Me dijo que empujara y así hice. De nuevo entró hasta el fondo sin ningún problema. Ahora era yo el que empujaba hacia fuera y hacia dentro.

Ella agarrando mis caderas en ocasiones, y otras apretandome el culo me guiaba. Estaba en el paraíso. Me acuerdo y pienso en lo poco que hablamos esa tarde. Todo lo que me estaba enseñando era sin articular palabra. Ya comprendo porque me dijo que ibamos a hablar un rato. Seguía empujando y cada vez yo me encontraba más cómodo. No necesitaba de su ayuda para marcar un ritmo. En esta ocasión nos corrimos los dos a la vez. Después de estar un ratito abrazados me besó. Pero esta vez me metió la lengua hasta la garganta. Yo correspondí y así estuvimos otro rato.

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Eso me excitó muchísimo. Y de un salto me abalancé sobre ella y comencé a besarla y a abrazarla. Me correspondía con besos por el cuello y en las orejas. Yo en cambio solo quería besar y coger sus enormes tetas. Nos tumbamos en la cama y seguimos con los juegos de besos y caricias. No hablabamos ninguno de los dos. En una de las vueltas que dimos el uno sobre el otro, advertí con mi rodilla, que su coño estaba totalmente mojado. Entonces por primera vez deslizé mi mano hacia su entrepierna y le toqué su cueva negra y peluda. Ella dio el primer respingo de la tarde. Ella seguía mordiendome el cuello y ahora sí me susurró al oído que le metiera un dedo dentro. A lo que yo accedí automaticamente.

Se puso de rodillas y se tragó mi pija hasta los huevos. Yo dí un respingo que por poco me caigo de la cama. Qué gusto más grande. Empezó a chuparme desde la punta de la polla hasta la raja del culo. (Y decía que no había sido nunca una fiera en la cama).

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Tras unos minutos en esta postura se incorporó sobre mí y como una pelota de tenis entra en una canasta de baloncesto, así entró mi polla en su coño. Estaba totalmente mojada. Yo pensaba que aquella polla era poca cosa para tanta mujer. Pero la miraba, y en cada vaiven de entrada y salida, su cara se estremecía de placer. Estaba gozando tanto como yo. Se levantaba y se echaba sobre mí. Cada vez que se echaba y notaba sus tetas sobre mi pecho el placer se multiplicaba. No quería que aquello se acabara nunca. Me volví a correr otra vez, pero esta vez dentro de ella.

Aquello ya fue el placer más grande sentido en mi vida. Ella también me dijo que había tenido un par de orgasmos durante la penetración. Yo estaba de nuevo como una estaca. Mi polla con un brillo especial pedía más guerra. Teresa se echó de espaldas sobre la cama y me dijo que fuera yo quién ahora mandara la situación.

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Empecé un mete y saca rtimico que hacía que se estremeciera en la cama. Agarró mi polla, y al mismo ritmo que yo le introducía ya dos dedos, ella empezó a mastrubarme. A los dos minutos tuve mi primera corrida, creo que el semen llegó a los pies de la cama. Ella me dijo que no importaba que siguiera tocandola con mis dedos. A pesar de mi eyaculación ,mi polla seguía como un mastil.

Lo que yo conocía del sexo era lo visto en revistas y en alguna pelicula porno en caso de algun amigo en ausencia de sus padres. Cuando le iba a venir su primer orgasmo cerró las piernas y mi mano quedó engullida de tal manera que no podía moverme. Tuvo varias convulsiones y después de un largo gemido, quedo abatida en la cama. Me acerqué y comenzé a besarla de nuevo. Mi boca se posaba sobre la suya pero en ningún momento llegó más allá, ella no abría la boca, eran besos de labio sobre labio. Pasados unos minutos me tumbó de espaldas y me dijo que ahora le tocaba a ella. Que mi primera corrida había sido más de ansia que de gozo. Y así fue.

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Sin pensarlo dos veces lo hice apresuradamente. Estaba a cien, Tenía una presión en los huevos que creía que me iban a explotar en un instante . Al quitarmelos, mi polla saltó de su nido como un resorte. Teresa esbozó una sonrisa picarona, que hasta ahora no había visto en ella.

Se aproximó por una lado de la cama y se sentó al filo. Con una mano comenzó a tocarme la polla y los huevos con una delicadez supina. Nunca había imaginado que aquello pudiera ser tan excepcional. Creo que cerré los ojos y me deje llevar. Noté como cogía mi mano y la llevaba hasta sus tetas. Abrí los ojos y allí estaba yo tocando aquellos dos melones con dos pezones negros como tortillas. Teresa seguía tocandome, aunque ahora con más ritmo. Creo que un minuto estaba ya para correrme. Ella se dio cuenta y lo dejó. Se puso de pie y se bajó las bragas. Ante mí mi primer coño. Tenía un coño super poblado de vello.

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Me sentó en la cama y comenzó a desnudarme. Yo ya me había deslcazado de los mocasines que llevaba. Primero me quitó la camiseta y me empujó echandome de espaldas en la cama. A continuación me desaprochó el pantalón y tiró de el, dejandome en slip. Para ese momento ya tenía una mediana erección, cosa que ella advirtió pues observé como se quedó mirando el bulto unos momentos.

-Vaya hijo parece que tienes un muy buen instrumento.

Mi nerviosismo seguía creciendo por segundos. Cuánto más cerca estaba de mi sueño, más nervioso me encontraba.

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Teresa no daba crédito a lo que estaba oyendo. Un mocoso como yo en su casa estaba tirandole los tejos y loco por darla un revolcón.

-Mira hace nueve años que no estoy con un hombre. Yo en la cama nunca he sido una fiera, así que lo que yo te pueda enseñar no es nada del otro mundo. Pero sí te voy a decir una cosa. Todavía no hemos hecho nada, pero si hacemos alguna cosa quiero que me prometas que no saldrá de estas cuatro paredes. -Se lo prometo Teresa, ¿a quién se lo voy a contar?, si todo esto para mí es la ilusión de mi vida.

Tras decirle eso ella me cogió la mano y me dijo que fueramos a su habitación.

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No pasaron ni cinco minutos, cuando vi como salía del baño con una toalla larga alrededor de su cuerpo. Estaba para comersela. Se había soltado el pelo, se había quitado el maquillaje, y se dirigió hacía el pasillo diciendome que se iba a poner algo encima. Yo seguía sentado en el sofá, impaciente y pensando en que podría pasar a partir de ahora. Al cabo de unos minutos salió al salón y llevaba puesto un vestido de tirantas algo ancho que le hacía incluso un poco más gorda. No reparé en eso. Yo no quitaba ojo de los enormes bultos que imaginaba en su pecho. Se sentó a mi lado y comenzó a hablarme:

- Mira chiquillo, yo no sé en qué te habras fijado en mí, una vieja como yo, que no la quieren ya ni sus hijos que no vienen ni a verme. -Teresa - le contesté-, estoy muy nervioso. No sé lo qué puede pasar a partir de ahora. Sólo le voy a decir una cosa. Si estoy aquí es porque llevo dos semanas pensando en usted, y lo que vió en la cocina no es nada comparable con lo que hago cada día acordandome de su cuerpo y de su cara.

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-Pasa y sientate en el sofá, que yo me voy a duchar, que no he tenido tiempo hasta ahora. -Me ha tardado mucho en abrir... -Es que hasta el último momento no sabía si en verdad quería que subieras - me contestó...-Pero al final me ha abierto, ¿no? - dije vacilante... -Venga, siéntate que ahora vamos a hablar un rato...

Aquellas palabras me desconcertaron un poco. ¿Hablar?. Yo había venido a otra cosa. Me senté y comenzé a ojear todo lo que tenía a mi vista en aquella casa.

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Pues allí me encontraba yo, oliendo a colonia varonil por los cuatro costados y esperando que Teresa me abriera la puerta. En esta ocasión sólo tuve que tocar el timbre una vez. Parece que estaba tras la puerta esperándome. Abrió y agarrandome del brazo me introdujo en su casa como queriendo que me apresurara a pasar.

No voy a decir que me estaba esperando en braguitas, porqué no era así. Llevaba la misma ropa que llevaba esa mañana en mi casa. Creo que yo ahora estaba más nervioso que nunca. Incluso creo que ella tambien lo estaba.

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El sueño de mi corta vida se estaba cumpliendo. Con mis dieciocho años había quedado con la mujer de mis sueños para esa misma tarde y en su casa. Me explicó donde vivía y a qué hora debía ir. Se marchó de mi casa y siguió con su tarea en las escaleras del edificio. Como podréis imaginaros, desde ese momento hasta la hora de la cita fue el espacio de tiempo más largo de mi vida. No comí. Sé que estuve casi una hora en el baño, lavándome, peinándome y echandome el desodorante y la colonia de mi padre. Quería impresionarla, jajajaja...

Eran las cinco de la tarde. Me encontraba en el portal de la casa de Teresa. Llamé al portero electrónico. No me abría nadie. Volví a llamar un par de veces y nada, seguía sin contestar. Se me vino el mundo encima. Pensé que se había reído de mí. Imbécil, tonto, ingenuo. Como una mujer como esa iba a querer estar con un chico como yo. Cuando ya me iba, escuché como el mecanismo de la puerta se abría, di un pequeño salto, empujé y se abrió. Ya estaba dentro del portal. Ahora empecé a pensar: ¿Y si no ha abierto ella?, ¿y si ha sido otro vecino...? De todas formas no tenía nada que perder. Si subía y pegaba en el timbre de su propia casa, si de verdad no había nadie pues me iba y ya está. Pero y si era ella la que me había abierto.

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-Ven aquí cabronazo - me cogió por los hombros - ¿Qué quieres follarme aquí mismo y qué venga tu madre y la que se encuentre en un follón sea yo?. Mira vamos a hacer una cosa. Esta tarde vienes a mi casa y allí te voy a enseñar lo que tú quieres ver.

-En su casa, pero, ¿y su marido...? -Hijo, si llevo viuda nueve años. Además vivo sola. Mis hijos están casados y ya no viven conmigo.